20 enero 2007

TODOS SOMOS UN POCO FARRUQUITOS

Desde esta humilde página, nos gustaría alzar la voz en defensa de uno de los nuestros. Parece que no es uno más, porque su fama y su esplendor lo sitúan en una órbita diferente, pero cada uno de nosotros lo siente como de su propia familia. Estamos hablando, por supuesto, de Farruquito.
Farruquito es, en estos días, personaje de moda. No hay cadena o programa de "corazón" en el que no se emitan imágenes de su entrada en prisión.
Naturalmente, ninguno de nosotros, gitanos o no gitanos, puede decir que quien es responsable de la muerte de un semejante no merezca un castigo. Hasta ahí, estamos enunciando una verdad incontrovertible. Sin embargo, desde hace tres años estamos asistiendo a un penoso espectáculo que ha convertido el "caso Farruquito" en una espeluznante caza de brujas en la cual los gitanos en general somos el centro de las miradas de la sociedad mayoritaria. Los objetivos de las cámaras de televisión encuadran nuestras costumbres y tradiciones, personalizadas en la familia del bailarín sevillano y en su entorno. Las televisiones convierten una boda gitana o un bautizo en un espectáculo caótico de gentes vociferantes y ritos ancestrales que transmiten una imagen de nuestra cultura pintoresca, pero desordenada y tópica (el programa "Aquí hay tomate" califica nuestros bailes de "ataques epilépticos").
En este océano de opiniones e imágenes no sólo sale mal parada la sufrida familia que es acosada noche y día por docenas de equipos televisivos en la puerta de sus domicilios. Todos los gitanos estamos en el centro de este marasmo de confusión. Y los programas de la televisión amarilla se llenan de escenas de gitanos más o menos próximos a Farruquito que eluden y acaban insultando a la prensa cuando son provocados hasta la saciedad.
¿Cuánto va a durar esta persecución? ¿Cuán profundamente llegará a afectar esta manipulación deliberada y malévola la vida de esa familia y la imagen de nuestro pueblo?
Es triste que los intereses comerciales de nuestros grupos mediáticos (la violencia y el sensacionalimo aumenta, al parecer, los índices de audiencia) destrocen la vida de una familia y arrastren al fango el buen nombre y la fama de un artista que ha cometido un error. Un error lamentable y criticable, pero que no puede convertirse en el centro del morbo nacional cuando tantas cosas de verdadera trascendencia ocurren y pasan sin pena ni gloria.
Nuestros representantes deberían comenzar a mostrar firmemente su postura en este caso para evitar que la imagen de esa familia, y la de todos los gitanos, acabe por quedar ensombrecida inmerecidamente. Quizá nosotros mismos, los gitanos y gitanas "de a pie" deberíamos tomarnos en serio la reivindicación de nuestras costumbres y la limpieza de nuestro nombre. Puede que vaya siendo hora de que manifestemos nuestra disconformidad con este circo mediático que, con la excusa de hacer un juicio paralelo a Farruquito, está ensuciando nuestra imagen.
¡Tus primas de Yerbabuena Linares te desean mucha suerte Juan!

2 comentarios:

colora dijo...

hola se os ve cn muxa energia!!!

kaus dijo...

Debe ser juzgado y condenado por la justicia, por los JUECES de esa justicia...
Nosotros, no pretendamos ser jueces... opinemos sobre el suceso y ya está, opiniones subjetivas, porque cada uno tiene una forma de ver las cosas.

Y sobre todo, dejar ya el debate de si es gitano o deja de serlo... no se juzga al gitano (aunque quizá socialmente sí) sino a la persona que comete dicho delito.

Saludines.